En estos días, Estados Unidos y las autoridades surcoreanas actúan como si tuvieran interés en el diálogo y negociaciones a fin de liberarse de la responsabilidad de haber empeorado la situación de la Península Coreana.
Históricamente, la insistencia de EE.UU. en el diálogo no pasó de ser un engaño orientado a desviar la opinión pública internacional.
Entrando en el nuevo siglo, durante el mandato de la administración Bush, la República Popular Democrática de Corea propuso en varias ocasiones el diálogo directo con EE.UU. para la paz de la Península Coreana y propuso fuertemente la solución del problema nuclear mediante la concertación del acuerdo de no agresión.
Pero EE.UU. insistió en la «renuncia nuclear primero y el diálogo después» y exigió a la RPDC desistir de proliferación nuclear, eliminar los misiles de largo alcance que amenazan a otros países, aliviar la disposición de temerosas armas convencionales y ejecutar por completo el convenio de garantía según el Tratado de No Proliferación (TNP).
El imperio norteamericano recalcó que «el avance del diálogo RPDC-EE.UU. depende absolutamente de la actitud de la primera sobre los problemas importantes» y que su país «hará solamente el diálogo que debate la ejecución de obligación por el Norte de Corea».
Tal demanda insultante y desigual quiere decir que EE.UU. no quiere sostener el diálogo con la RPDC.
En 2006 EE.UU. actuó como ahora, pero esto no pasó de ser una cortina de humo para encubrir su intento de aplastar a la RPDC.
Tan pronto se acordó la reanudación de las conversaciones a seis bandas, libró los «ejercicios combinados de refuerzo para el tiempo de guerra» de gran envergadura nunca vista, llevando así el diálogo a la frustración total.
Ahora también, el imperio yanqui dice que iniciará en tiempo apropiado y en condiciones convenientes y demanda a la RPDC cesar los dichos y hechos «provocativos» y mostrar primero la voluntad de materializar la desnuclearización y cesar el lanzamiento de misiles.
Bajo la circunstancia tan candente, en que EE.UU. y la RPDC apuntan uno contra otro sus fusiles, el primero actúa como si fuera dañado y exige a la segunda deponer primero las armas para el diálogo, lo cual resulta un acto muy arrogante.