Contra el perro rabioso el palo es el mejor remedio

Comenzó la convulsión de un perro rabioso que no se cansa de decir disparates soñando con el poder.

Biden, que carece de la cualidad de un político e incluso de un ser humano, volvió a insultar hace poco la dignidad de la Dirección Suprema de la República Popular Democrática de Corea.

Se dice que lo único que él supera a todos es la astucia.

En 2011 cuando se preparaba en EE.UU. la operación de asesinato a Osama Bin Laden, el entonces vicepresidente Biden la rechazó tajantemente porque si fracasaban, resultaría imposible la retoma del poder de Obama y terminaría también con su vida acomodada de vicepresidente en la Casa Blanca.

El especulador tan astuto anda ahora enfrascado en la campaña de elecciones presidenciales para realizar su ambición de tomar el poder, pese a sus dos derrotas en los comicios de ese tipo.

Además, su síntoma de demencia es tan grave que olvida hasta el nombre de Obama y lo llama “mi patrón”. Parece que ya llegó el momento de mandarle al otro mundo.

Hasta los estadounidenses se burlan de él con apodos “Biden del 1%”, “Biden el loco” y “Biden el soñoliento”.

Biden, ¡escúchalo bien!

Sea quien fuera y dondequiera que se encuentre en este planeta, el que se atreva a difamar nuestra máxima dignidad no podrá eludir nuestro castigo implacable y probará las catastróficas consecuencias de su imprudente acto verbal.

Si se perdona a ese perro rabioso, éste hará daños a mucha más gente. Por esto, hay que matarlo a palazos antes de que se haga tarde.

Eso será bueno también para EE.UU.

(15 de noviembre, ACNC)

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