So Hye Suk renunció a tener hijos biológicos y adoptó huerfanos en los duros años 1990
La patria socialista me dio el orgullo de ser madre
Cada año, con motivo del Día de la Madre (16 de noviembre en Corea), recibo felicitaciones por parte de mis numerosos hijos. Entonces rememoro con gran emoción los días inolvidables en que disfruté todas las glorias bajo el regazo de la generosa patria socialista.
Hace decenas de años, al saber a través del periódico, la radio y el TV la gesta de una locutora soltera que cuidaba como sus hijos a dos hermanos huérfanos, me quedé profundamente emocionada.
Era una realidad que puede haber solo en el régimen socialista donde reina el ambiente de pensar primero en otros y el amor humano de donar su sangre y piel y sacrificar hasta su vida para los camaradas.
Pero en Japón donde nací y pasé mi infancia era inimaginable. Ante la gesta de la locutora, ejemplo del mundo espiritual hermoso, decidí vivir como ella.
Así que consulté con mi marido y traje a niños sin padres a mi casa. Durante la década de 1990, cuando el país pasaba severas dificultades, me encargué de 33 huérfanos para criarlos.
Entre ellos había un bebé que no había cumplido siquiera el primer cumpleaños, párvulos y estudiantes primarios y secundarios. En realidad no era fácil como decir cuidar a decenas de niños de distintos edades, caracteres y gustos. Algunas personas me preguntaron por qué pasaba trabajos innecesariamente si el Estado cuidaba a los huérfanos. Entonces les respondí que lo hacía con mucha gana porque era el trabajo para disminuir la carga del país. Con el paso del tiempo comprendí que era más difícil cumplir las obligaciones de la madre que serla.
Crecida desde la niñez acaparando todo el amor de la familia, me costaba mucho trabajo de encargarme de todos los quehaceres de la familia, por eso, varias veces derramé las lágrimas. Pero renuncié a parir hijos y me esforcé por convertirme en la verdadera madre de ellos prodigándoles el afecto consanguíneo.
En esos días los vecinos, funcionarios responsables del barrio y el municipio, maestros, médicos y vendedoras de las tiendas concurrieron a mi casa para ayudar en el estudio y la vida organizativa de nuestros hijos y la vida familiar. Muchas personas desconocidas enviaron a mi casa materiales necesarios para vida.
Así, nuestros hijos que crecieron felizmente bajo el amor de la patria y la sociedad, hoy cumplen fielmente sus deberes correspondientes en los puestos de defensa del país y los campos de trabajos difíciles.
Yo, siendo una mujer ordinaria, solo cuidé a los huérfanos para reducir la carga del país cuando ésta pasaba pruebas. Pero el Dirigente Kim Jong Il hizo conocer mi acto todo el país, me otorgó el título de Heroína multípara e hizo crear una película de ficción teniendo a mí como personaje real. Además me hizo participar como delegada en la Conferencia Nacional de Activistas con Hermosos Rasgos de Ayuda al Ejército en 2002 y la Conferencia Nacional de Madres, ocasiones en que tuve el honor de fotografiarme con él.
Cada vez que veo a los hijos que me llaman madre y la imagen feliz de los huérfanos por la pantalla de TV derramo lágrimas sin darme cuenta.
Al margen del regazo del Partido del Trabajo de Corea y el generoso régimen socialista, es inimaginable la risa feliz en la cara de ellos.
De veras, gracias al regazo del gran líder que cuida a todos los hijos de esta tierra, todas las madres de este país, con gran orgullo y dignidad, estamos llenas de felicidad bajo las felicitaciones de los hijos.
Hoy también suelo recomendar a mis hijos que sean fidedignos hijos del Partido del Trabajo de Corea que siguen siempre la dirección del Secretario General Kim Jong Un, destino y futuro de todos nosotros.
So Hye Suk
Vecina del barrio Janghun No. 3 de Mangyongdae, Pyongyang