La unidad monolítica entre el Partido y el pueblo trajo la victoria en la guerra antiepidémica en Corea

En la República Popular Democrática de Corea, donde no se realizó la vacunación contra el Covid-19 ni una sola vez, sobrellevó en un plazo corto de unos 80 días la expansión de la epidemia que se ensañaba con fiereza, restableció la seguridad antiepidémica y volvió a convertirse en una región libre del virus.

La victoria en la guerra antiepidémica se debe a la unidad monolítica entre el Partido y el pueblo que no se puede imaginar en otros países.

Como es sabido, se abrió una brecha en la muralla profiláctica del país que se mantenía durante dos años y tres meses y aparecieron cientos de miles de contagiados del virus en tan solo un día a mediados de mayo pasado. Era una crisis más eminente que amenazaba al Estado.

Ante esta adversidad desconocida, el Partido se mantuvo fiel a su posición original como servidor del pueblo, consolidó la capacidad antiepidémica del Estado mostrando atinadamente su típica aptitud de dirección política, resuelta y poderosa, y condujo de manera meticulosa la lucha contra el virus.

No hacer ninguna concesión ni conciliación en lo que se refiere a la protección de la vida de la población y atender con total responsabilidad su destino aun en pésimas condiciones, es el invariable principio de nuestro Partido.

El Partido aprobó la resolución de pasar el sistema profiláctico del Estado al de máxima emergencia, convocó más de 10 reuniones importantes, analizó sobre el terreno los problemas que enfrentaba en la labor profiláctica y movilizó todos recursos humanos y materiales y personal científico y técnico para este fin. Dio la orden especial de su Comité Militar de movilizar potentes fuerzas del sector médico del Ejército Popular en la capital para asegurar el suministro de medicamentos. Al mismo tiempo, tomó la estricta medida de bloquear por zonas y unidades en todo el país y presentó la tarea de realizar el riguroso chequeo médico colectivo con miras a detectar y someter al tratamiento a todos los febricitantes. En efecto, se adoptaron las medidas para superar las crecientes dificultades que sufrían cada familia y ciudadano.

El Secretario General del Partido del Trabajo de Corea, Kim Jong Un, estuvo en el frente de la guerra contra la pandemia. Dirigió la labor profiláctica de emergencia en sus visitas a la Comandancia Estatal de Profilaxis de Emergencia y farmacias capitalinas, y envió medicamentos preparados en su hogar para las familias difíciles. No solo los cuadros del Comité Central del Partido, sino también los funcionarios de las organizaciones del Partido, órganos gubernamentales, ministerios y entidades centrales se esforzaron con abnegación por garantizar la seguridad de los habitantes y enviaron fondos, artículos de primera necesidad y alimentos a las familias difíciles.

El pueblo consideró todas las normativas e indicaciones referentes a la labor antiepidémica como un deber en favor de su patria, de su familia y de sí mismo, las observaron de forma voluntaria y concienzuda y las cumplieron incondicionalmente.

Con mucho placer relegaron al segundo plano los asuntos individuales y hogareños y en toda la sociedad predominaron el espíritu colectivista de uno para todos y todos para uno y la virtud de compartir los sufrimientos y ayudar en las dificultades.

A fin de salvar con la mayor celeridad al pueblo de las garras del mal, el Partido y el Gobierno realizaron como prioridad más urgente la tarea de liberar la reserva de medicamentos del Estado y suministrarlos al país entero hasta que estuvieron al alcance de todos los febricitantes, así como establecer y aplicar tácticas y métodos científicos de tratamiento

El poderío de la unidad entre el Partido y el pueblo obró un gran prodigio.

Durante el período de la profilaxis de máxima emergencia se desplegó enérgicamente la labor para aniquilar la crisis sanitaria con la resistencia y la unidad de todo el pueblo basadas en las masas populares y rescatar la estabilidad perfecta, mientras los habitantes aceptaron como suyas las medidas antiepidémicas del Partido y del Estado. Entre ellos se estableció el ambiente de observar conscientemente las reglas y disciplinas de profilaxis y se elevó aún más el entusiasmo profiláctico en toda la sociedad. En la labor para someter al examen médico a todos habitantes y descubrir y recuperar a los febricitantes fueron movilizados cada día más de 71.200 médicos, más de 1.148.000 activitas higiénicos y miles ex médicos voluntarios. Los combatientes del sector sanitario del Ejército Popular de Corea enviados a más de 670 farmacias de la ciudad de Pyongyang por la orden especial de la Comisión Central Militar del Partido sirvieron por 24 horas los medicamentos y curaron a los enfermos graves en sus casas.

El número diario de enfermos que superaba decenas de miles a principios de la propaganda de virus maligno, disminuyó a un mes a menos de 90.000 y, tras mantener esa tendencia de forma prolongada, desde el 29 de julio no se reportó ningún febricitante sospechoso. En menos de tres meses de la puesta en marcha del sistema antiepidémica de máxima emergencia, más de 4,7 millones de febricitantes por la epidemia fueron recuperados totalmente y se registró 0.0016% de la mortalidad, algo que puede ser un milagro inaudito en la historia sanitaria mundial.

En el balance nacional de la labor antiepidémica de emergencia que se efectuó el 10 de agosto, se declaró el fin de la crisis epidémica que se produjo en el país, en vista de que transcurrieron más de cien días desde que la epidemia penetró en el territorio de la República y 91 días desde que frente a la rápida propagación de la pandemia en el país entero se pasó la labor profiláctica del país al sistema de máxima emergencia.

Esta es la victoria de la política antiepidémica de nuestro Partido y la de la unidad monolítica entre el Partido y el pueblo.

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